miércoles, 20 de marzo de 2013

La votación confirmó la posición argentina

Compartimos con ustedes una editorial del Embajador Ginés González García publicada en El Mercurio sobre el referéndum en Malvinas. 


Se corrobora la legitimidad de la posición argentina por el voto de los habitantes de las Islas Malvinas en su reciente "referéndum": los votantes reafirmaron su britaneidad, tanto con los sufragios como con el modo ostensible en que proclamaron ante el mundo su condición de súbditos del Reino Unido. Así, la comunidad internacional comprobó lo que Argentina siempre ha sostenido: los pobladores de Malvinas son nacionales de una de las partes en la controversia de soberanía; por ello, no pueden decidir a quién pertenece el territorio en disputa.

Asistimos pocos días atrás al más reciente ejercicio sofista del Reino Unido, orquestado a través de las ilegítimas autoridades de las Islas Malvinas: la realización de un "referéndum" destinado a que ciudadanos británicos se erijan en jueces de un diferendo de soberanía en la cual su país (el Reino Unido) es parte.

Ejercicio, por cierto, con el cual el Reino Unido procura ocultar su contumaz incumplimiento de decenas de resoluciones de la ONU que lo instan a negociar con la Argentina para encontrar una solución definitiva a la denominada "Cuestión Malvinas". Actitud que contrasta con la posición de mi país, la Argentina, cuya continua disposición a dialogar, de modo consistente con el mandato de la ONU, es reconocida por la comunidad mundial.

En la edición de "El Mercurio", del domingo 10 del corriente, un alto funcionario del Foreign Office, Hugo Swire, afirmaba que el gobierno británico esperaba que el resultado del referéndum permitiera a los habitantes de las islas reiterar ante la comunidad internacional su voluntad de autodeterminación. Olvidaba el señor Swire que no cabe a la población británica de las Islas Malvinas derecho a la libre determinación: se trata de ciudadanos británicos (nacionales de una de las partes en la disputa: el Reino Unido) que residen en territorio no británico (habitan territorio argentino, usurpado por la fuerza hace ya más de 180 años).

Como tuve oportunidad de comentar tiempo atrás en este mismo medio, la población isleña tiene derechos: derecho a preservar su identidad y derecho a que se respeten su modo de vida y sus intereses. La Argentina reconoce tales derechos, tanto así que se ha comprometido a ello, otorgando a tal compromiso rango constitucional. Pero la población británica de las Islas Malvinas carece de derecho a la autodeterminación; no puede decidir el destino del territorio (argentino) que habita. La Argentina y el Reino Unido son las únicas partes llamadas a resolver, por medio de negociaciones bilaterales, la "Cuestión Malvinas".

La libre determinación de los pueblos es un principio fundamental del derecho internacional contemporáneo, pero no puede (ni debe) ser desvirtuado para vulnerar la integridad territorial de un Estado. El derecho a la autodeterminación aplica a pueblos preexistentes, víctimas de la instauración de una dominación colonial; o sea, no aplica a poblaciones trasplantadas por la metrópoli (caso de la población británica de las Islas Malvinas).

El Reino Unido invoca el principio de libre determinación de los pueblos, de modo artero y a sabiendas de su inaplicabilidad en este caso, con el único fin de cambiar el eje del debate en la "Cuestión Malvinas" (un ejercicio semejante -también sin el aval de las Naciones Unidas- impulsó en Gibraltar en 1967). Sin darse cuenta (o pretendiendo no darse cuenta) de que la comunidad internacional no se dejará engañar con ardides tan flagrantes, Londres pretende así ocultar sus sistemáticos incumplimientos tanto de las resoluciones que instan a ambas partes a negociar como de aquellas que imponen la obligación de abstenerse de introducir modificaciones unilaterales en la situación.

Incumplimientos que, escudándose en un supuesto respeto a "deseos" de un conjunto de habitantes británicos, persiguen objetivos muy concretos tales como depredar recursos naturales que no le pertenecen y militarizar el Atlántico Sur. Objetivos inocultables si tomamos en consideración la inconsistencia del comportamiento del Reino Unido vis-à-vis el principio de autodeterminación que alega aplicable a la "Cuestión Malvinas". Recordemos en tal sentido que su falaz invocación de este principio en esta cuestión contrasta con su posición en otros casos de descolonización, tal como el de Hong Kong, en el cual no recabó la opinión de los habitantes cuando restituyó dicho territorio a su legítimo titular: la República Popular China.

A modo de conclusión:

Finalizado el referéndum y conocidos sus previsibles resultados, la disputa de soberanía continúa irresuelta y su esencia no se ha modificado. ¿Habrá sido tal vez este ejercicio una reacción frente al creciente clamor universal en pos de la negociación?; ¿quizá un recurso in extremis ante la conciencia generalizada sobre los legítimos derechos argentinos?

Pasada la hora de la retórica inconducente y dilatoria y de los despliegues mediáticos orientados a camuflar la naturaleza de la "Cuestión Malvinas", ha llegado el momento del diálogo que la ONU reclama. La Argentina está dispuesta. ¿Cuándo lo estará el Reino Unido?



Ginés González García 


Embajador de la República Argentina

jueves, 14 de marzo de 2013

"Su iglesia es una iglesia más cercana a la gente"



El embajador de Argentina en Chile, Ginés González García, afirmó a pocas horas de conocerse la asunción de Jorge Bergoglio como nuevo máximo pontífice que se "marca la jerarquía de Latinoamérica dentro de la Iglesia Católica" y le deseó "lo mejor para su difícil misión". 

El ex ministro de Salud calificó al flamante Papa Francisco como una persona "humilde". 
"Cada vez que fui al arzobispado de Buenos Aires, fue él mismo quien me abrió la puerta", ejemplificó sobre la persona del religioso.


"No lo conozco demasiado, pero se nota que es un hombre muy austero y puedo decir que tiene una mirada cariñosa y solidaria, pero a su vez con mucha profundidad. Siempre fue un hombre que fue a lo profundo de la injusticia humana. Su iglesia es una iglesia más cercana a la gente", agregó. 


martes, 12 de marzo de 2013

"¿Qué es la vocación?"

Compartimos con ustedes una breve reflexión del embajador argentino en Chile, Ginés González García, sobre la vocación. La grabación fue hecha durante su período como Ministro de Salud de la Nación.
Esperamos sus comentarios y agradecemos al profesor Juan Lázara por compartir el material.




lunes, 11 de marzo de 2013

Argentina, a un amigo chileno

Ginés González García

Embajador argentino en Chile

El reciente fallecimiento del Embajador de Chile en nuestro país, Adolfo Zaldívar, nos enfrenta a una gran pérdida, tanto desde el punto de vista humano como institucional. Con estas breves líneas quisiera recordarlo, a pesar de la tristeza que provoca su partida, con la alegría que debe dejar la amistad, por todo lo compartido, por todo lo que hicimos juntos, por nuestros objetivos comunes.
Adolfo fue para mi un verdadero compañero de equipo, un hombre democrático, profundo, dinámico y comprometido con la integración entre nuestros países, reconocido a ambos lados de la cordillera por su trayectoria política, por su trabajo entusiasta y apasionado. Lo conocí en el año 2007, al poco tiempo de haber asumido funciones en nuestra representación diplomática en Santiago.

En ese entonces Zaldívar era Senador de la Democracia Cristiana y generó los primeros encuentros.
Nuestras oficinas se ubicaban muy cerca y se hizo habitual reunirnos en Santiago, café de por medio, para conversar sobre las relaciones bilaterales.
Me impresionaba la enorme información que tenía de los vínculos y las dinámicas entre nuestros países, de la historia conjunta.
Nuestros encuentros aumentaron cuando en el año 2010 el Presidente Sebastián Piñera nombró a Zaldívar embajador en Argentina. A pesar de que yo estaba en Santiago y él en Buenos Aires, nos encontrábamos más de veinte veces al año, tanto por trabajo como por amistad.
Compartíamos ideales e ideas.
Nuestra relación era tan fluida y coordinada que a veces nos decían que yo parecía el embajador de Chile en Chile y él, el embajador de Argentina en Argentina.
Trabajamos en conjunto muy comprometidamente y alcanzamos importantes logros en diversos ámbitos, acuerdos de siete pasos integrados, validación de títulos universitarios, institucionalizamos las reuniones binacionales de Intendentes y Gobernadores, sólo para nombrar algunas de las tareas que nos preocuparon y concretamos.
Adolfo Zaldívar era muy querido en nuestro país, aún antes de ser embajador, porque en los años ochenta trabajó enormemente en la construcción de la relación política con Argentina.
Y durante el período en que fue embajador en Buenos Aires, su gestión -que él no consideraba una obligación sino una misión- marcó una especial impronta, generando confianza con su carácter frontal y su larga trayectoria en busca de la integración.
Representaba los ideales de San Martín y O’Higgins, de Perón e Ibañez.
Cierro estas líneas con una frase que Adolfo siempre citaba en sus discursos y que era de Perón: “Argentina y Chile juntos no suman, sino que multiplican”.
Honrando la memoria de este gran hombre, que definió su designación como embajador en Argentina como “un sueño cumplido”, seguiremos profundizando el camino de la hermandad y de la integración.

(Carta del embajador Ginés González García en el Cronista Comercial de Argentina)

lunes, 4 de marzo de 2013

"Jamás le pude decir que se dedicara a él. Hablábamos siempre de trabajo"

Compartimos con ustedes una entrevista realizada por el Mercurio de Chile al embajador Ginés González García sobre la muerte de Adolfo Zaldívar. 

El médico y embajador de Argentina en Chile recuerda la última conversación que tuvo, hace veinte días, con su par chileno, y destaca las ganas que este tenía de seguir trabajando por la integración. Expresa que, con la muerte del ex senador DC, perdió a su "compinche", quien será "difícil de reemplazar".  

Por MATÍAS BAKIT R. 
Durante esta entrevista, el teléfono de Ginés González, embajador de Argentina en Chile, no para de sonar. Primero es la prensa argentina, que llama para pedirle sus impresiones por el fallecimiento de Adolfo Zaldívar. Luego, el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, quien le pide que envíe sus condolencias a la familia del ex senador DC. Tras eso, llama el gobernador de Mendoza, Francisco Pérez, por lo mismo.
"Ves cómo lo querían, che", dice sobre el "colorín", a quien conoció en 2007, al poco tiempo de haber llegado a Chile como embajador. Fue Zaldívar, en ese entonces senador DC, el que generó los primeros encuentros, aprovechando la cercanía entre su oficina en el centro y la embajada de Argentina en calle Miraflores. Comenzó a ser usual que, cuando Zaldívar estaba en Santiago, se juntaran a tomar un café y a conversar de las relaciones bilaterales.
"Ya de esos tiempos me impresionaba la enorme información que tenía de las relaciones bilaterales, de la historia conjunta y de las dinámicas de los dos países", dice González, quien relata, divertido, que a poco de conocerse el parlamentario chileno le regaló el libro "Breve Historia de Chile", de Sergio Villalobos, como para que "se pusiera a punto". "Él sabía más que yo, por eso me hacía leer", recuerda.
Cuando, en 2010, el Presidente Sebastián Piñera nombró a Zaldívar como el nuevo embajador en Argentina, estas reuniones se multiplicaron, pese a que uno estaba en Santiago y el otro en Buenos Aires. "Nos juntábamos 20 o 25 veces al año", dice el embajador. Por trabajo, explica, pero "también por amistad".
-¿Cómo calificaría la relación que tenían?
-Si algo tengo que decir de esa relación es que era una relación de amigos, teniendo en claro que teníamos objetivos comunes. Mi relación con él era muy muy fluida, muy fácil. Me divertía su pasión y las ganas que le ponía a todos los temas, como si fuera el último cada día.
"Teníamos una relación muy amistosa, muy fluida, muy de confianza, muy de compartir ideas, no solo ideales. En este sentido, la relación era muy de agarrar el teléfono y decir 'hacé tal cosa y después te cuento, yo haré esta otra'. Éramos casi cómplices. A veces nos embromaban con que yo parecía el embajador de Chile en Chile y él, el embajador de Argentina en Argentina".
-En su opinión, ¿qué lo caracterizaba a él como embajador?
-Que nunca se quedaba enredado en la maraña de la burocracia. Además, en Argentina era muy conocido y muy querido, aun antes de ser embajador.
-¿Eso por qué?
-Porque en los años 80 construyó mucha relación política con Argentina. Los políticos de acá viajaban y conversaban con el peronismo y el radicalismo, y Adolfo era uno de los que hacían eso. Hay un gesto muy importante que él tuvo con mi país. En 1982, cuando fue el hundimiento del Crucero General Belgrano en las Malvinas, él fue especialmente a Argentina para testimoniar a los políticos su dolor y su congoja con este hecho.
-Entonces, el gobierno argentino lo debe haber recibido bien cuando fue nombrado embajador...
-Con extraordinario entusiasmo y mucha confianza. Y él ratificó esa confianza en el poco tiempo que estuvo. Hizo una impronta muy marcada de su gestión. Tenía una relación cordial con la Presidenta Cristina Fernández y con varios ministros. Con el ministro Julio de Vido tenía una relación muy fuerte. Argentina pierde a un gran embajador. Y Chile pierde a un tipo que, con pasión y ganas, conseguía todo.
-¿Y cómo utilizaba él esos nexos en su labor diplomática?
-Él resolvía muchos temas levantando el teléfono, cosa que es difícil para un embajador. Todo el mundo le tenía confianza. Era frontal y tenía una larga historia en busca de la integración. Representaba los ideales de San Martín y O'Higgins, de Perón e Ibáñez. De hecho, muchas veces en Argentina, en sus discursos por la integración, citaba a Perón. Esa frase que siempre decía -"Argentina y Chile juntos no suman, sino que multiplican"- es una frase de Perón. Era conocedor de la historia profunda de los dos países.
"Nunca la enfermedad lo trascendió en el cumplimiento de su misión"
-¿Cuándo fue la última vez que tuvo contacto con él?
-Fue una conversación telefónica hace veinte días. Nosotros hablábamos muy habitualmente, además de vernos muy seguido. Teníamos dos veces por semana llamadas telefónicas recíprocas para comentar lo que estábamos haciendo, lo que íbamos a hacer y ver cómo iban los diversos temas.
-Y hace 20 días, ¿qué temas preocupaban a Zaldívar?
-Sus preocupaciones eran muchas. Que trabajáramos siempre impulsando el túnel de baja altura, el túnel de Aguas Negras, al paso Pehuenche.
-En esa conversación, ¿le dejó la impresión de que tenía ganas de continuar con ese trabajo?
-Sí, era impresionante. Es una enfermedad que -yo sabía porque soy médico- tiene un diagnóstico muy complicado. Pero él tuvo un extraordinario optimismo con respecto a cómo iba a ser su pelea con la enfermedad, con respecto al futuro y, sobre todo, consideraba que esto recién comenzaba. Él sentía que había tantas cosas por hacer.
"La última vez le conté cómo había sido la reunión y cómo habíamos avanzado, y él me habló de cuatro o cinco ideas que tenía. Además, me contaba con optimismo los pasos que iba a tomar en pos de su mejora. Pero nunca la enfermedad lo trascendió en el sentido del cumplimiento de lo que él consideraba, más que como una obligación, una misión".
-¿Cómo se reflejaba eso?
-Era un predicador. Cada vez que daba un discurso, los que lo escuchaban se quedaban convencidos de que ese era el camino. Tenía tanta convicción que daba gusto. Era de de los que te agarraban de la solapa y te trataba de convencer de sus ideas.
-¿Solían discutir?
-Sí, a veces sí. Yo también soy un tipo apasionado, entonces a veces discutíamos. Pero nunca nos enojamos. No siempre coincidimos, pero en esos momentos yo la pasaba bien. Lo sentía un tipo inteligente, profundo, con convicciones, democrático. Cuando yo me sentaba a hablar un tema con él, no sentía ni que ganaba ni que perdía.
"Éramos dos compinches"
-¿Qué temas generaban estas discusiones?
-Lo que lo enojaba mucho era la falta de velocidad para concretar cosas decididas, y que después demoraban más de lo que él quería. La burocracia, los impedimentos que trababan que se cumplieran las decisiones de los presidentes y las nuestras.
-¿Conversaban también de otros temas?
-Le gustaba mucho el fútbol, hablábamos de eso. Solía decir que yo le daba un toque de humor a las conversaciones, lo que gustaba. Hablábamos de Racing (club argentino del que González es hincha). Como había hecho mucho deporte, tenía afecto y también un gran conocimiento del deporte argentino. Además, hablábamos de historia. Teníamos una relación muy agradable, muy de confianza y muy de divertirnos trabajando. Éramos dos compinches.
-¿Le habló alguna vez de su proyecto político?
-Nunca. Solo hablaba de Argentina y Chile. Cuando él aceptó, me vino a ver y estuvimos hablando. Me sentía muy feliz de que fuera él; sabía que iba a mejorar la relación e incluso lo veía, si usted quiere, con un cierto egoísmo. Es mucho más fácil para un embajador cuando funciona muy bien con su contraparte. Sin embargo, esa vez le dije que me parecía que eso no era bueno para su carrera política. Él me dijo que seguramente alguna pérdida iba a tener, pero que estaba tan honrado por ir a Argentina a trabajar que era como un sueño cumplido. Y cada día que estuvo allá se ocupó de los proyectos de Chile y no de sus proyectos personales.
-¿Se esperaba que la enfermedad lo deteriorara tan rápido?
-No. Denotaba tanto optimismo que yo no tenía, ni quería tener, otra información que no viniera de él. Evidentemente, tuvo un desarrollo mucho peor de lo que creía. Siempre tuvo una extraordinaria esperanza, que era su forma de vivir. Jamás le pude decir que se dedicara a él. Hablábamos siempre del trabajo.
Su legado
-¿Cuál es el hito más importante del trabajo que desarrolló junto a Adolfo Zaldívar?
-Muchas cosas. La reunión de intendentes y gobernadores fue muy importante. Hicimos acuerdos de siete pasos integrados. Hicimos el acuerdo de validación de los títulos universitarios y el convenio de transplantes. Los presidentes se juntaron varias veces.
-¿En qué pie está la relación hoy? ¿Que falta?
-Hoy nos sentimos todos más obligados a honrar la memoria de Adolfo y, para hacerlo, es preciso que avance más rápido el túnel de Aguas Negras, el túnel de baja altura; que los trámites en la frontera se simplifiquen y que esta enorme cantidad de proyectos tenga una velocidad más acorde con los tiempos y más acorde con la demanda de los ciudadanos.
-¿Qué viene para usted sin su contraparte?
-Para mí, es una gran pérdida. Ya vengo sintiendo lo que es no trabajar con Adolfo en los últimos 60 ó 70 días. He dejado de tener a mi coequipo. Estoy seguro de que la Cancillería chilena lo resolverá bien, aunque va a ser difícil. Pero el próximo embajador va a contar con la simpatía que él generó. Ese será el legado de Adolfo. Ahora hay que tratar de que sus ideales sigan andando, como tributo a su memoria y a su pasión.