lunes, 4 de marzo de 2013

"Jamás le pude decir que se dedicara a él. Hablábamos siempre de trabajo"

Compartimos con ustedes una entrevista realizada por el Mercurio de Chile al embajador Ginés González García sobre la muerte de Adolfo Zaldívar. 

El médico y embajador de Argentina en Chile recuerda la última conversación que tuvo, hace veinte días, con su par chileno, y destaca las ganas que este tenía de seguir trabajando por la integración. Expresa que, con la muerte del ex senador DC, perdió a su "compinche", quien será "difícil de reemplazar".  

Por MATÍAS BAKIT R. 
Durante esta entrevista, el teléfono de Ginés González, embajador de Argentina en Chile, no para de sonar. Primero es la prensa argentina, que llama para pedirle sus impresiones por el fallecimiento de Adolfo Zaldívar. Luego, el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, quien le pide que envíe sus condolencias a la familia del ex senador DC. Tras eso, llama el gobernador de Mendoza, Francisco Pérez, por lo mismo.
"Ves cómo lo querían, che", dice sobre el "colorín", a quien conoció en 2007, al poco tiempo de haber llegado a Chile como embajador. Fue Zaldívar, en ese entonces senador DC, el que generó los primeros encuentros, aprovechando la cercanía entre su oficina en el centro y la embajada de Argentina en calle Miraflores. Comenzó a ser usual que, cuando Zaldívar estaba en Santiago, se juntaran a tomar un café y a conversar de las relaciones bilaterales.
"Ya de esos tiempos me impresionaba la enorme información que tenía de las relaciones bilaterales, de la historia conjunta y de las dinámicas de los dos países", dice González, quien relata, divertido, que a poco de conocerse el parlamentario chileno le regaló el libro "Breve Historia de Chile", de Sergio Villalobos, como para que "se pusiera a punto". "Él sabía más que yo, por eso me hacía leer", recuerda.
Cuando, en 2010, el Presidente Sebastián Piñera nombró a Zaldívar como el nuevo embajador en Argentina, estas reuniones se multiplicaron, pese a que uno estaba en Santiago y el otro en Buenos Aires. "Nos juntábamos 20 o 25 veces al año", dice el embajador. Por trabajo, explica, pero "también por amistad".
-¿Cómo calificaría la relación que tenían?
-Si algo tengo que decir de esa relación es que era una relación de amigos, teniendo en claro que teníamos objetivos comunes. Mi relación con él era muy muy fluida, muy fácil. Me divertía su pasión y las ganas que le ponía a todos los temas, como si fuera el último cada día.
"Teníamos una relación muy amistosa, muy fluida, muy de confianza, muy de compartir ideas, no solo ideales. En este sentido, la relación era muy de agarrar el teléfono y decir 'hacé tal cosa y después te cuento, yo haré esta otra'. Éramos casi cómplices. A veces nos embromaban con que yo parecía el embajador de Chile en Chile y él, el embajador de Argentina en Argentina".
-En su opinión, ¿qué lo caracterizaba a él como embajador?
-Que nunca se quedaba enredado en la maraña de la burocracia. Además, en Argentina era muy conocido y muy querido, aun antes de ser embajador.
-¿Eso por qué?
-Porque en los años 80 construyó mucha relación política con Argentina. Los políticos de acá viajaban y conversaban con el peronismo y el radicalismo, y Adolfo era uno de los que hacían eso. Hay un gesto muy importante que él tuvo con mi país. En 1982, cuando fue el hundimiento del Crucero General Belgrano en las Malvinas, él fue especialmente a Argentina para testimoniar a los políticos su dolor y su congoja con este hecho.
-Entonces, el gobierno argentino lo debe haber recibido bien cuando fue nombrado embajador...
-Con extraordinario entusiasmo y mucha confianza. Y él ratificó esa confianza en el poco tiempo que estuvo. Hizo una impronta muy marcada de su gestión. Tenía una relación cordial con la Presidenta Cristina Fernández y con varios ministros. Con el ministro Julio de Vido tenía una relación muy fuerte. Argentina pierde a un gran embajador. Y Chile pierde a un tipo que, con pasión y ganas, conseguía todo.
-¿Y cómo utilizaba él esos nexos en su labor diplomática?
-Él resolvía muchos temas levantando el teléfono, cosa que es difícil para un embajador. Todo el mundo le tenía confianza. Era frontal y tenía una larga historia en busca de la integración. Representaba los ideales de San Martín y O'Higgins, de Perón e Ibáñez. De hecho, muchas veces en Argentina, en sus discursos por la integración, citaba a Perón. Esa frase que siempre decía -"Argentina y Chile juntos no suman, sino que multiplican"- es una frase de Perón. Era conocedor de la historia profunda de los dos países.
"Nunca la enfermedad lo trascendió en el cumplimiento de su misión"
-¿Cuándo fue la última vez que tuvo contacto con él?
-Fue una conversación telefónica hace veinte días. Nosotros hablábamos muy habitualmente, además de vernos muy seguido. Teníamos dos veces por semana llamadas telefónicas recíprocas para comentar lo que estábamos haciendo, lo que íbamos a hacer y ver cómo iban los diversos temas.
-Y hace 20 días, ¿qué temas preocupaban a Zaldívar?
-Sus preocupaciones eran muchas. Que trabajáramos siempre impulsando el túnel de baja altura, el túnel de Aguas Negras, al paso Pehuenche.
-En esa conversación, ¿le dejó la impresión de que tenía ganas de continuar con ese trabajo?
-Sí, era impresionante. Es una enfermedad que -yo sabía porque soy médico- tiene un diagnóstico muy complicado. Pero él tuvo un extraordinario optimismo con respecto a cómo iba a ser su pelea con la enfermedad, con respecto al futuro y, sobre todo, consideraba que esto recién comenzaba. Él sentía que había tantas cosas por hacer.
"La última vez le conté cómo había sido la reunión y cómo habíamos avanzado, y él me habló de cuatro o cinco ideas que tenía. Además, me contaba con optimismo los pasos que iba a tomar en pos de su mejora. Pero nunca la enfermedad lo trascendió en el sentido del cumplimiento de lo que él consideraba, más que como una obligación, una misión".
-¿Cómo se reflejaba eso?
-Era un predicador. Cada vez que daba un discurso, los que lo escuchaban se quedaban convencidos de que ese era el camino. Tenía tanta convicción que daba gusto. Era de de los que te agarraban de la solapa y te trataba de convencer de sus ideas.
-¿Solían discutir?
-Sí, a veces sí. Yo también soy un tipo apasionado, entonces a veces discutíamos. Pero nunca nos enojamos. No siempre coincidimos, pero en esos momentos yo la pasaba bien. Lo sentía un tipo inteligente, profundo, con convicciones, democrático. Cuando yo me sentaba a hablar un tema con él, no sentía ni que ganaba ni que perdía.
"Éramos dos compinches"
-¿Qué temas generaban estas discusiones?
-Lo que lo enojaba mucho era la falta de velocidad para concretar cosas decididas, y que después demoraban más de lo que él quería. La burocracia, los impedimentos que trababan que se cumplieran las decisiones de los presidentes y las nuestras.
-¿Conversaban también de otros temas?
-Le gustaba mucho el fútbol, hablábamos de eso. Solía decir que yo le daba un toque de humor a las conversaciones, lo que gustaba. Hablábamos de Racing (club argentino del que González es hincha). Como había hecho mucho deporte, tenía afecto y también un gran conocimiento del deporte argentino. Además, hablábamos de historia. Teníamos una relación muy agradable, muy de confianza y muy de divertirnos trabajando. Éramos dos compinches.
-¿Le habló alguna vez de su proyecto político?
-Nunca. Solo hablaba de Argentina y Chile. Cuando él aceptó, me vino a ver y estuvimos hablando. Me sentía muy feliz de que fuera él; sabía que iba a mejorar la relación e incluso lo veía, si usted quiere, con un cierto egoísmo. Es mucho más fácil para un embajador cuando funciona muy bien con su contraparte. Sin embargo, esa vez le dije que me parecía que eso no era bueno para su carrera política. Él me dijo que seguramente alguna pérdida iba a tener, pero que estaba tan honrado por ir a Argentina a trabajar que era como un sueño cumplido. Y cada día que estuvo allá se ocupó de los proyectos de Chile y no de sus proyectos personales.
-¿Se esperaba que la enfermedad lo deteriorara tan rápido?
-No. Denotaba tanto optimismo que yo no tenía, ni quería tener, otra información que no viniera de él. Evidentemente, tuvo un desarrollo mucho peor de lo que creía. Siempre tuvo una extraordinaria esperanza, que era su forma de vivir. Jamás le pude decir que se dedicara a él. Hablábamos siempre del trabajo.
Su legado
-¿Cuál es el hito más importante del trabajo que desarrolló junto a Adolfo Zaldívar?
-Muchas cosas. La reunión de intendentes y gobernadores fue muy importante. Hicimos acuerdos de siete pasos integrados. Hicimos el acuerdo de validación de los títulos universitarios y el convenio de transplantes. Los presidentes se juntaron varias veces.
-¿En qué pie está la relación hoy? ¿Que falta?
-Hoy nos sentimos todos más obligados a honrar la memoria de Adolfo y, para hacerlo, es preciso que avance más rápido el túnel de Aguas Negras, el túnel de baja altura; que los trámites en la frontera se simplifiquen y que esta enorme cantidad de proyectos tenga una velocidad más acorde con los tiempos y más acorde con la demanda de los ciudadanos.
-¿Qué viene para usted sin su contraparte?
-Para mí, es una gran pérdida. Ya vengo sintiendo lo que es no trabajar con Adolfo en los últimos 60 ó 70 días. He dejado de tener a mi coequipo. Estoy seguro de que la Cancillería chilena lo resolverá bien, aunque va a ser difícil. Pero el próximo embajador va a contar con la simpatía que él generó. Ese será el legado de Adolfo. Ahora hay que tratar de que sus ideales sigan andando, como tributo a su memoria y a su pasión.

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